Tomar las decisiones adecuadas

La capacidad de decidir bien y deprisa es una aptitud que suele buscarse en los futuros directivos.  Esta facultad que poseen los decididores natos proporciona un sentimiento de tranquilidad y confianza.
Claro está que ciertas decisiones  se toman con facilidad de manera instintiva y no requieren ningún esfuerzo particular (vestirse, escoger una película…) en todo caso, puede que dudemos un poco antes de actuar.
Hay otras decisiones, como la de comprar una vivienda o cambiar de profesión, que nos exigen integrar un buen número de parámetros y movilizar a varias personas.
Necesitamos un mínimo de informaciones de las que a veces no disponemos. A menudo nos ahogamos bajo un diluvio de datos que hay que analizar antes de poder ver claro.
Para complicarlo más todavía hay decisiones que se deben tomar con urgencia o bajo la presión de emociones conflictivas.

¿Cómo decidimos?

El análisis de todos los parámetros puede resultar tan delicado que nos lleve a sentir miedo de tomar cualquier decisión.
Entonces, nos quedamos paralizados y somos incapaces de actuar.
Este fenómeno se ve reforzado porque cada vez se respeta menos en las empresas el derecho a equivocarse.
También suele ocurrir que sí vemos que decisión se debería tomar y la acción que se derivaría de ello. Sin embargo, aplazamos la decisión esperando que las cosas se arreglarán solas o que una nueva forma de ver la cuestión hará aparecer la solución.
Otras veces pasa justo lo contrario: apremiados por la necesidad de actuar y bajo el impulso de una emoción, tomamos una decisión demasiado rápida para poder dejar atrás esta situación incómoda y ver que las cosas finalmente se mueven.
Naturalmente, debemos reservarle un puesto razonable a nuestra intuición, pero siendo siempre muy cuidadosos, porque muchas decisiones han conducido a errores por falta de información o por creencias que posteriormente han resultado falsas.
En cualquier caso, hay que reconocer que sólo cuando nos vemos confrontados a nuevas alternativas, a opciones de vida, cuando verdaderamente tomamos conciencia de la necesidad de acordarnos de los objetivos que estábamos intentando alcanzar.
Nos damos cuenta que nuestros valores y por tanto nuestros criterios de decisión a veces están mal definidos
¿Qué hacer? ¿Qué método seguir? ¿Hay que guiarse por las emociones, utilizar matrices de decisión, actuar con rapidez?.

Decidir con fluidez

Cuando hemos de tomar una decisión, deseamos asimilar una gran cantidad de informaciones de los orígenes más variados.
Queremos estar seguros de estar abarcando todas las alternativas, de haber dado la vuelta a todos los criterios, de estar dándole un peso razonable a la intuición.
Además, la decisión debe ser aceptada y apoyada por el mayor número posible de personas.
El ideal de disponer de una fórmula que sólo debamos seguir paso a paso para estar seguros de llegar a la decisión adecuada con toda confianza.
Este método deberá integrar tanto los factores humanos, emocionales e intuitivos como los parámetros racionales y factuales.

Algunos métodos para tomar decisiones correctas

Métodos lineales

Son métodos lineales, racionales y dicotómicos con diferentes etapas claramente definidas. Presentan numerosas variantes pero su principio básico puede resumirse como sigue: definir el problema, identificar y ponderar los criterios, desarrollar la estructura de decisión, identificar las alternativas, confrontar éstas con los criterios, decidir, y, finalmente validar el razonamiento.

Enfoque lateral

Este enfoque es más creativo y recurre a medios más indirectos. Entre ellos se encuentran:

  • La analogía que consiste en establecer una relación de semejanza entre el problema planteado y otro problema ya resuelto, como la técnica del Design Pattern que se utiliza sobre todo en informática.
  • La metáfora, que consiste en reinventar el problema traduciéndolo en un modelo conocido o imaginario.
  • El razonamiento por el absurdo, que nos autoriza para salirnos del marco y cambiar las referencias.

algunas ventajas de estos métodos son que nos colocan en situaciones diferentes de nuestras rutinas cotidianas y utilizan la imaginación, las asociaciones de ideas…

Su mayor inconveniente reside en su percepción negativa y en su aspecto a veces considerado como extravagante.

Además, el empleo eficaz de estos métodos requiere cierta maestría, lo que provoca resistencias a su empleo en el marco de la empresa. Básicamente, la asociación de ideas se realiza idea por idea, sin englobar el entorno completo.

El futuro

Estamos asistiendo a la aparición de nuevas técnicas cuya aplicación reúne la totalidad de nuestros canales visuales, auditivos y cinestésicos.
La cartografía y la visualización de la información son dos herramientas de ayuda a la toma de decisiones que generan un círculo virtuoso; producción de opciones, ampliación del campo de reflexión, dilatación del pensamiento, estimulación de los recursos del cerebro y mejor elección integrando un número infinitamente superior de criterios y una visión global de las consecuencias de la elección realizada.
El mapa mental forma parte de estas técnicas.

El mapa mental como herramienta de ayuda para la decisión

El método elegido es muy simple: consiste en ir siguiendo, mediante un mapa mental, los pasos de una técnica clásica de toma de decisiones tradicionalmente lineal. Gracias a los mapas mentales combinamos la toma de decisiones lineal con un enfoque visual global.

Los puntos a esbozar en el mapa mental para la toma de decisones adecuadas son:

Plantear el problema
Definir los criterios
Codificar la información
Perfilar el objetivo
Detallar las alternativas
Dejar madurar
Decidir
Validar

 

Bibliografía: ‘Organiza tus ideas utilizando mapas mentales’. Ed. Gestión 2000. Jean-Luc Deladriëre y otros. Barcelona 2006.

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