Windtalkers, de John Wood

El 8 de diciembre de 1941, los Estados Unidos de Norteamérica declararon la guerra a Japón. Malas lenguas hablan de que quizá los americanos algo sabían de lo que se venía encima en Pearl Harbor (Islas Hawai). No deja de ser paradójico que Yamamoto, que estaba convencido del gravísimo peligro que la guerra representaba para Japón, fuese el responsable de una transformación radical de la estrategia. Por ingenuos que fueran, no podían los japoneses esperar una victoria a largo plazo sobre un  país de potencia industrial netamente superior. La destrucción de parte de la flota norteamericana proporcionó a los nipones una ventaja inicial sobre un país que estaba construyendo tres veces más barcos que él . El ataque a Pearl Harbor, sucedido el 7 de diciembre de 1941. fue planeado con detalle, empleando una poco frecuente ruta del Norte, en domingo, con silencio en las comunicaciones y al amparo de los frentes de lluvias. con menos de cien muertos, destruyeron parte de la flota enemiga, causándole más de tres mil bajas. Con todo, el impacto de esta operación fue menor del esperado. Los Estados Unidos conservaron sus portaaviones, que no estaban en puerto, los depósitos de combustible y parte de las tripulaciones, que se encontraban en tierra.
Durante los años sucesivos, las fuerzas armadas norteamericanas se encontraron implicadas en el grave conflicto, que resultó a la postre mucho más sangriento en esa parte del mundo que en la misma Europa. Una tras otra, las islas debían ser tomadas, con un grandísimo desgaste de personas. A lo largo de la brutal campaña, los japoneses habían sido capaces de descubrir en varias ocasiones los códigos norteamericanos. Y éstos se esforzaban una y otra vez en encontrar un sistema que les permitiera comunicarse eficazmente.
Así, en 1942 fueron reclutados para los Marines centenares de navajos, para que emplearan su lenguaje como código. A Joe Enders (Nicolas Cage) le es adjudicado uno. Su misión no es sólo defenderlo, sino también acabar con él en el caso de que exista riesgo de que los japoneses pueden tomarlo prisionero. Eso supondría que, en medio de la tortura, podía enseñarles su código, y acabarse el beneficio obtenido por ese ingenioso sistema. Así se describen las órdenes: “El navajo tiene el código. Proteger el código a toda costa”.
 

UNA PELÍCULA PARA REFLEXIONAR

La película-basada en hechos reales- da pie para que el espectador realice reflexiones sobre cuestiones de organización y de ética de las organizaciones. En primer lugar, cuando a Enders se le encarga el peculiar trabajo, se le asciende a sargento. Es el premio por estar dispuesto a matar a un compañero. ¡Cuántas organizaciones premian esa obediencia ciega que tantas veces prescinde de las personas! Muchas veces se repite que son las personas lo importante, pero con mayor frecuencia se adoptan medidas que benefician a la propia institución en detrimento de las personas a las que supuestamente debería servir. Aquí, una vez más, también.
En medio de las batallas se suceden los fallecimientos. Los soldados vivos, como tantos directivos sin escrúpulos, son capaces de acostumbrarse. Mientras están a medio enterrar los cadáveres de los hasta ahora compañeros, están pendientes de las galletas que consumen, que consideran de escasa calidad. La competencia, los enemigos, son reducidos a meros números, a seres sin faz. En este caso, los japoneses son seres anónimos, no personas concretas. Con frecuencia, somos capaces de juzgar con gran dureza a los otros, pero no nos miramos a un espejo. Ya lo dijo un sabio; llevamos una alforja con defectos, los de los demás delante de los ojos; los propios, a la espalda.

DEFECTOS Y PUNTOS DE VISTA

El largometraje suelta varias andanadas en contra de los periodistas, de los que se señala que han escrito sin haber estado en los lugares donde suceden los hechos que narran. La crítica es sin duda excesiva, porque hay corresponsales que arriesgan su vida para realizar bien su labor. Unos pocos, sin embargo, ensombrecen el rigor con el que otros trabajan. Muy interesante resulta la escena en que los Marines sufren el bombardeo de los propios cañones, que no han medido bien la distancia. Con frecuencia, en las organizaciones, el verdadero peligro no es el de la competencia, sino el que procede de las propias líneas. En algunas ocasiones, por envidia de la eficacia o de los resultados que alguien obtiene; en otras, porque les resulta más entretenido y cómodo a los menos valiosos revolverse en el fango de los detalles menos edificantes –muchas veces inventados- que ponerse a trabajar para aportar valor desde su propia posición.
Particularmente instructiva resulta la escena en la que Enders es condecorado por haber desarrollado una acción de guerra exitosa. Al recibir la medalla. señala al navajo como merecedor de, al menos, el mismo honor. El superior jerárquico no quiere oír hablar de otros. Para él, lo ya decidido es lo correcto. Enders actúa con gallardía, demostrando que, como tantas veces se ha repetido, lo más importante en la vida es saber qué es lo importante. Así, enseguida regala el galardón recibido para que sea enviado a la familia de uno de sus subordinados muerto en combate.
Justo a continuación se sucede otra escena relevante: todo el mundo necesita un coach, también los mandos. Enders acumula sus ‘fantasmas’ y precisa de alguien que le ayude a librarse de ellos. Es precisamente la persona a quien debería matar en caso de necesidad quien se encarga de facilitarle la resolución de esa necesidad humana. Cada directivo debería buscarse alguien con quien abrirse con total confianza para luego poder desarrollar su labor con mayor eficacia. Si quien pilota el timón está demasiado envarado, se cree por encima del bien y del mal., al final acabará cayendo sin que haya nadie que le sostenga o que le induzca a levantarse de nuevo.
La muerte todo lo aclara. Así, Enders, que ha manifestado su agnosticismo en alguna conversación, a la hora de ser herido mortalmente reza con aquel “Padre Nuestro” aprendido de chaval, mientras el navajo le acompaña en tan difícil tránsito. Y es que los amigos están para los momentos duros, no para los llevaderos.

FICHA TÉCNICA

Título: Windtalkers.

Director: John Wood.

Año: 2002

Intérpretes: Nicolas Cage, Adam Beach, Peter Stormare, Noah Emmerich, Mark Buffalo, Brian Van Holt, Martin Henderson, Roger Willie.

Temas: Eficiencia/ Eficacia/ Ética en los negocios / Familia / Trabajo / Lealtad / Xenofobia.

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