Los españoles invierten unos 15.000 euros por hijo en la Universidad

Un detallado informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), recién publicado, desmenuza todas las cifras de la educación en los países que la forman y concluye que las familias españolas invierten por término medio casi 15.000 euros por cada hijo que envían a la Universidad. Es la mitad de la media de la OCDE y el coste más bajo de todos los países de nuestro entorno.

¿Es caro mantener a un joven en la Universidad? La OCDE parte de cifras del año 2006 y lo mide en dólares corregidos según la paridad de poder de compra. Para ese año, estima que el coste real del curso académico de un estudiante español era de 7.820 dólares, lo que al cambio equivalía a 6.000 euros. España se situaba así algo por debajo de la media de la OCDE (8.418 dólares), pero a enorme distancia de países como EE UU, Canadá y Suiza. Más llamativo, sin embargo, es que el gasto de Alemania, Francia e Italia es inferior al español.
Inversión y calidad.

«En economía de la educación se sabe que no hay una gran relación entre inversión y resultados», explica Jorge Calero, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, que ha realizado estudios sobre la materia para la Fundación Alternativas. A su juicio, no se puede olvidar tampoco que hay un efecto acumulativo en la inversión en educación: no es lo mismo un país que durante siglos ha dedicado una atención notable a la misma que otro que sólo lo hace desde hace un par de décadas. De ahí que Francia y Alemania, con gastos menores, tengan hoy sistemas universitarios que en términos de media son mejores que el español. Luego, como dice Calero, las medias ocultan también realidades muy diversas: «En EE UU hay grandes universidades y junto a ellas muchos centros donde sólo ofrecen títulos de dos años con un nivel similar al de nuestro Bachillerato».

Tampoco hay un vínculo directo entre la inversión en la universidad y el avance del conocimiento y el desarrollo tecnológico .«En Alemania hay una gran innovación técnica con un bajo gasto por estudiante porque su Universidad está muy orientada a la colaboración con la empresa y porque tienen una gran capacidad de crear técnicos muy cualificados a través de la Formación Profesional, y también ahí se innova», añade Juan Carlos Rodríguez, profesor de Sociología en la Universidad Complutense e investigador de Analistas Socio-Políticos, que lleva años trabajando en este asunto. Es decir, que tan importante como la cuantía es la manera de emplear el dinero.

¿Y de qué bolsillo salen los recursos para la Universidad? En España, las distintas Administraciones ponen cerca de 4 de cada 5 euros, por encima de la media de la OCDE. En EE UU se da una distribución casi en tercios: uno lo pone el Estado; otro, las familias; y el tercero, entidades privadas que conceden becas y ayudas. No está claro que la cuantía de las sumas aportadas por los padres tenga algún reflejo en la calidad del sistema, aclara Calero. De ser así, España estaría muy a la cola porque una familia invierte en la educación universitaria de un hijo 15.000 euros. Se incluyen ahí el coste de la matrícula y el dinero que podría ganar si el joven estuviera trabajando esos años -aplicando las tasas de paro juvenil- pero no los gastos de transporte y alojamiento. En EE UU, la inversión familiar es cinco veces mayor.
Sin embargo, sí existen indicios razonables de que el nivel de exigencia de resultados a los hijos está relacionado con la preparación de los padres. «Si se trata de una familia con un buen nivel cultural, quieren sobre todo que sus hijos obtengan una buena formación. Si su nivel es más bajo, sólo piden un título». Juan Carlos Rodríguez está convencido de que las familias que envían a sus hijos a las universidades privadas -es lógico pensar que disponen de rentas más altas- son más exigentes. Pero no se ha hecho aún estudio alguno sobre la materia.

Rendimientos de un título
Lo que sí se sabe es el rendimiento privado que da un título universitario. El estudio de la OCDE ha calculado para cada país en qué medida suben los ingresos de un titulado respecto de quien sólo ha terminado el Bachillerato o ha cursado Formación Profesional. A esa suma ha restado otros capítulos (el coste de los estudios, los mayores impuestos y cotizaciones sociales pagados, lo que dejó de ganar mientras estudiaba, etc.) y de esa forma concluye que el beneficio económico de un título es de unos 45.000 euros para un joven y de 57.000 para una muchacha. Estados Unidos es el país en el que, en términos de media, un estudiante espera que su título le reporte el rendimiento económico mayor. Además, como añade Calero, «hay beneficios que no están medidos en términos económicos, como que su salud es mejor y por tanto su gasto sanitario se reduce».

Incluso para el Estado es un buen negocio que un joven termine sus estudios. No sólo porque mejora el nivel del país y su competitividad, sino porque aumentarán sus ingresos a medida que crece la remuneración del titulado. En el caso español -muy por debajo de la media de la OCDE en este apartado- el Estado gana alrededor de 15.000 euros por cada titulado, una vez descontados todos los gastos realizados para sufragar su formación. Hay una circunstancia que no debe olvidarse: que mientras los gastos los realiza en unos pocos años, los ingresos llegarán a las arcas de Hacienda a lo largo de toda una carrera profesional.

Estos datos ocultan un aspecto que los expertos consideran una anomalía: en España la diferencia salarial entre un titulado y un no titulado es muy inferior a la media. Lo que resulta desincentivador cuando a un estudiante se le exige un esfuerzo duro y continuado para superar sus exámenes.

 

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