El empleo agrario en la UE

por José María Ruiz Ortega

«De todos es conocida la estructura social de la actividad agraria donde predominan pequeñas empresas y trabajadores autónomos».
Este mes de julio es una fecha importante en el calendario de la PAC porque comienzan varias campañas de comercialización, con pocas novedades respecto a los cultivos herbáceos y cambios para los remolacheros al aplicarse la reforma que los ministros de Agricultura de la Unión Europea acordaron a finales de 2005, en el marco de la modificación de la organización común de mercado del azúcar. La nueva reglamentación viene a forzar el abandono de la producción a la mitad de los remolacheros en Palencia. Se considera, en esta reforma, una reducción de los precios garantizados con respecto a campañas anteriores, y para compensar en parte este recorte se concede una ayuda desacoplada a los productores de remolacha, calculada en función de las entregas de remolacha de cuota en las dos pasadas campañas.
La repercusión social de la reforma del azúcar afecta a un amplio sector productivo, no sólo a los remolacheros y técnicos del sector industrial, sino a un ámbito más extenso de servicios auxiliares como transportes, talleres, fitosanitarios, fertilizantes y también al comercio y al consumo en los lugares donde estaban ubicadas las fábricas azucareras, al desaparecer una actividad que ocupaba una importante mano de obra. Se puede observar con cierta preocupación el impacto laboral que ha ocasionado una reforma tan drástica de un sector, tradicionalmente rentable, como el del azúcar. Se ha comentado el mal momento por el que están pasando la agricultura y la ganadería pero casi nunca se habla del empleo agrario, del activo humano que representan los campesinos, tanto si trabajan por cuenta ajena o como autónomos.
El sector agrícola en el conjunto de la UE, que emplea al cinco por ciento de la mano de obra, está sufriendo en la actualidad importantes cambios estructurales, sin duda provocados por la reciente reforma de la PAC, sin obviar el impacto por la incorporación de nuevos estados miembros en el año 2004.
De todos es conocida la estructura social de la actividad agraria donde predominan pequeñas empresas y trabajadores autónomos, junto con un cada vez más reducido número de empleados por cuenta ajena. Por otro lado, el trabajo suele ser temporal, cada vez más estacional y repartido por amplias zonas geográficas. Aunque la especialización no es un problema destacado, ocurre que muchos trabajadores inmigrantes cuando aprenden a manejar la cada vez más compleja maquinaria agrícola, los equipos de ordeño u otras actividades agrarias, abandonan el campo y se dirigen a las grandes ciudades a trabajar en la construcción o en la hostelería, donde pueden encontrar trabajo para otros miembros de la familia más jóvenes que necesitan relacionarse y huyen del aislamiento rural.
La vida social y el empleo en las zonas rurales tienen ante sí retos concretos en los próximos años en materia de crecimiento y sostenibilidad. Hay que considerar la baja retribución en el sector agrario, donde los salarios medios se sitúan por debajo de la media nacional total, y a menudo con notables diferencias. Puede que tengan algunas bazas que se deben aprovechar, según zonas o comarcas, desde un potencial crecimiento en nuevos sectores, oferta de actividades recreativas y turísticas, carácter atractivo como lugar para vivir y trabajar junto con la función de preservación de los recursos naturales y de los paisajes de gran valor.
Pero, en conjunto, la agricultura de la UE atraviesa una nueva etapa de importantes cambios estructurales, caracterizada por la concentración de actividades agrarias, el aumento del tamaño medio y el volumen de negocio de las explotaciones. El futuro está plagado de incertidumbres, fruto de las características internas del sector y las diferencias entre zonas geográficas, por lo que se hace necesario acercar la cooperación de las relaciones laborales con las nuevas directrices de la PAC.

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