¿Es posible hablar de “flexiseguridad” en Argentina?




El término flexiseguridad se explica a partir de la experiencia danesa, el concepto refleja el esfuerzo simultáneo por conciliar la flexibilidad empresarial y la protección de la seguridad de la fuerza laboral. En un sentido más amplio, el tema en cuestión alude a un debate vigente en el mercado laboral europeo a fin de articular un nuevo modelo social, el “Workfare”. La mirada está puesta en reformar los sistemas de protección social y el mercado de trabajo para afrontar los retos del Siglo XXI.


Los cuatro pilares del “flexicurity” son:

1. La implementación justa de un régimen de contratación flexible. El desafío es distribuir las jornadas en períodos laborales alineados al nivel de actividad empresarial sin que esto suponga la seudo implementación de prácticas de contratación legales.

2. La articulación de políticas de empleo que contemplen los intereses de los actores sociales más desprotegidos, como los inmigrantes, las mujeres o los jóvenes.

3. La adecuación de un sistema de protección social que contemple la mayor expectativa de vida de las personas en el futuro y la consecuente reducción en la mano de obra económicamente activa.

4. El desarrollo de estrategias de aprendizaje de largo plazo. Dos cuestiones a destacar. En primer lugar, en el marco de una inestable “Economía de la información”, la cualificación de la fuerza de trabajo es un factor clave de estratificación social, tanto en sociedades avanzadas como en las más dependientes. No obstante, “tener conocimiento” no asegura el acceso al empleo. Por el contrario, el sexo, la edad, la especialidad, la marcha general de la economía, suelen ser elementos discriminatorios más importantes. En segundo lugar, el largo plazo y la accesibilidad a las estrategias de aprendizaje continuo son vitales pues las nuevas tecnologías no determinan de manera simplista la estructura y el contenido de las ocupaciones, sino que se traducen en cambios constantes en las demandas de calidad y contenidos de las ocupaciones.

Dentro del modelo del Workfare” y de la flexiseguridad, convive la baja protección del puesto de trabajo, con una alta protección de la empleabilidad. El sistema no pretende asegurar el trabajo al empleado sino estimular que siga trabajando; supone que convivan mecanismos contractuales flexibles acompañados de transiciones seguras de empleo, garantías de subsidios de desempleo y servicios públicos de empleo eficientes… que presten apoyo a los desempleados en la búsqueda de trabajo. El proceso busca reemplazar el modelo del “welfare” o bienestar (basado principalmente en la ayuda social)… por el modelo del “worfare”, sistema de seguridad social que combina políticas de mercado activas y pasivas.
¿Podemos hablar de “flexiseguridad” en Argentina? El análisis de los mercados laborales es complejo pues la globalización ha afectado las condiciones de desarrollo. El fenómeno es por naturaleza contradictorio: impone homogéneas exigencias de competencia, dinamismo y capacidad de respuesta, y simultáneamente margina a una parte importante de sectores en esta “aldea global” pues no acceden a las mismas oportunidades.
La metamorfosis de la lógica productiva generó cambios en al organización del trabajo. Mientras la UE hace frente al problema de la continuidad financiera de los sistemas de protección sociales, América Latina enfrenta el desafío de ensanchar la cobertura de las provisiones de la protección social, el dilema parece centrarse en cómo financiar este sistema combinando contribuciones e impuestos.
Los países europeos se esfuerzan políticamente por implementar estrategias activas, de modo que el mercado de trabajo viabilice el desarrollo económico con inclusión social. Algunos países optan por políticas que reducen la duración de las ventajas del desempleo y de las ayudas. Otros en cambio, aumentan los requisitos de obtención de los derechos: exigen que el desempleado evidencie su involuntarismo respecto a la situación de parada, esforzándose por adquirir mayor cualificación, mostrando su disponibilidad a reincorporarse, buscando activamente empleo. Las sanciones también forman parte de las estrategias.
El presente artículo no propone emular la experiencia danesa del flexicurity. Por el contrario, está claro que el equilibrio en las relaciones laborales de cada país exige contemplar las especificidades de cada contexto. El diálogo social entre el estado, los sindicatos, los empresarios y las ONGs, exige una “participación activa con memoria”, que capitalice los fallidos intentos de flexibilidad de la década del 90.

Las preguntas podrían girar en torno a:

¿Qué tipo y niveles de flexibilidad son compatibles con los niveles de seguridad de nuestra coyuntura? La cuestión se debate entre acentuar la flexibilidad externa (dar mayor libertad de contratación y despido a las empresas, así como mas facilidades de subcontratar y recurrir a empresas de trabajo temporal)… o reforzar la flexibilidad interna en el seno de las organizaciones (vía horarios mas abiertos a los cambios, que mejoren la organización del trabajo, que se adapten a los ritmos productivos y que permitan conciliar la vida personal y laboral; cabe aclarar que las prácticas de flexibilidad interna dependen significativamente del régimen y cobertura de las negociaciones colectivas;

¿Qué reformas legislativas laborales son inminentes?; en este sentido, ¿qué tratamiento diferenciado es necesario generar para las PYMES?;

¿Cuál es el rol de los servicios de empleo público en países como el nuestro: podrán asistir al trabajador en la búsqueda y apoyarlos en la transición, sin perder transparencia?

¿Es posible que las empresas de trabajo temporario desempeñen un papel complementario en la colocación y en la formación?

¿Cómo podemos reforzar los programas de calidad de empleo y formación profesional? Urge que las instituciones educativas y las organizaciones empresarias trabajen en red para enlazar los procesos de formación con las demandas de competencias profesionales y calificaciones requeridas. La fase del “capitalismo del conocimiento” revela que es necesario integrar la educación, la formación y el mundo del trabajo.
En el campo de las relaciones colectivas del trabajo: ¿Podremos modernizar el régimen de organización sindical, su modo de estructurarse históricamente y su configuración institucional?; ¿Qué decisiones tomaremos en el campo de las negociaciones colectivas y en los mecanismos para enfrentar y resolver los conflictos?
Frente a la iniquidad del desarrollo económico con exclusión social urge identificar los ejes de nuestras posibles discusiones, decidir cuestiones como la excesiva temporalidad; los elevados niveles de trabajo no registrado y su vinculación con la inseguridad jurídica; la necesidad de integrar a la mujer y a los jóvenes al mercado de trabajo; la empleabilidad de la fuerza laboral; la duración de la jornada laboral; el aumento del costo laboral y su impacto en el crecimiento de las pymes… Sería inteligente monitorear la evolución de la UE.
Finalmente, para enfrentar la complejidad global y esta vieja tendencia argentina a la anomia (claramente manifiesta por el desapego al cumplimento de las normas), sería valioso asumir múltiples perspectivas de análisis. Considerar las particulares perspectivas históricas que caracterizan a nuestro mercado laboral; impulsar una perspectiva relacional que permita acercar de manera transparente a los múltiples actores sociales (sindicatos, empresarios, estado) y sobre todo comprender la perspectiva constructivista lo cual supone aceptar que la subjetividad, el modo en que cada uno produce significados acerca de sus realidades socio-laborales también condiciona la posibilidad de acercar posiciones.

 

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